Papel del sistema inmune en el rendimiento deportivo
El sistema inmunitario es el sistema de defensa de nuestro organismo contra cualquier elemento extraño como virus, bacterias y hongos.
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únete ahoraLa lesión de los isquiosurales es la lesión muscular más frecuente en deportes que requieren velocidades elevadas, como el fútbol,1 el rugby2 o el fútbol americano.3 Por ejemplo, en el fútbol representan el 37% de todas las lesiones musculares.4 Además, uno de los principales problemas que supone es su elevada tasa de recurrencia, ya que entre el 12 y el 33% de los jugadores que han tenido una lesión de isquiosurales sufren una recaída.5 A pesar de que en los últimos años se ha incrementado la investigación y los recursos destinados a esta área, la incidencia de lesiones en fútbol parece aumentar (4% por año), tal y como muestra un estudio que analizó a 36 clubes europeos durante 13 temporadas.6
Por ello, debido a la repercusión que supone tener a un jugador lesionado tanto a nivel deportivo como económico, recientemente se ha publicado una revisión narrativa5 en la que participan entre otros Marc Guitart, miembro del departamento de rendimiento del F.C. Barcelona, además de expertos como el Dr. Julio Calleja o el Dr. Pedro E. Alcaraz, donde analizan los posibles mecanismos que determinan la lesión de isquiosurales.
En una primera parte de la revisión, los autores profundizan en los patrones biomecánicos de la carrera a velocidades sub-máximas o máximas, haciendo especial hincapié en los requerimientos de la cabeza larga del bíceps femoral, ya que es el principal músculo afectado en la lesión de isquiosurales.7
Tal y como se ve en la figura 1, el ciclo de carrera incluye dos fases: fase de apoyo (stance) y fase de vuelo (swing). A lo largo de la carrera, los músculos isquiosurales se someten a un ciclo de estiramiento-acortamiento, y la mayoría de investigadores sugieren que es al final de la fase de vuelo el punto en el que los isquiosurales son más susceptibles de lesionarse.8,9 Esto podría deberse a que, tal y como se ha visto en diferentes estudios, la máxima actividad muscular se da al final de la fase de vuelo.10,11 Por otro lado, un punto crítico parece ser también la actividad desacompasada de los músculos isquiosurales durante sprints a máxima velocidad, ya que al final de la fase de vuelo la actividad del bíceps femoral aumenta un promedio del 67% mientras que el semitendinoso y el semimembranoso lo hacen solo un 37%.12 En este sentido, los investigadores especulan que “el aumento desproporcionado en la demanda del bíceps femoral a velocidades de carrera máxima puede contribuir a que tienda a lesionarse con mayor frecuencia que los otros músculos isquiosurales”.
Pese a esta evidencia, los autores señalan que la mayoría de los estudios que investigan la mecánica de los isquiosurales se han hecho en condiciones sin fatiga, a pesar de que es uno de los principales factores de riesgo de lesión en los isquiosurales.13,14 Por ello, estos estudios obvian uno de los principales mecanismos que incrementan el riesgo de lesión: las alteraciones estructurales y funcionales que induce la fatiga en el músculo derivadas de acciones con elevadas demandas mecánicas, como desaceralaciones y acciones excéntricas.
Así, aunque se suela creer que es durante el final de la fase de vuelo cuando aumenta en mayor medida el riesgo de lesión, los investigadores destacan “que esta suposición se ha establecido sin el contexto global que ofrece una situación real”. Además, otras investigaciones plantean factores que podrían incrementar el riesgo de lesión también durante la primera fase de apoyo, ya que existe una extensión máxima de cadera y un pico de fuerza del bíceps femoral durante esta fase.15,16 Por ello, los autores sugieren que en ambas fases intervienen elementos críticos para la musculatura posterior del muslo. Incluso un estudio publicado en 2017 por Lui y colaboradores17 sugiere que estas dos fases podrían considerase como una sola, lo que se llamaría periodo de transición de apoyo-vuelo (Figura 2), ya que los músculos isquiosurales intervienen en la extensión de la cadera y la flexión de la rodilla durante toda la fase. Con todo ello, ya sea al final de la fase de vuelo como al principio de la fase de apoyo, se incrementa la carga sobre el bíceps femoral aumentando el riesgo de lesión.
Durante la carrera a una velocidad elevada en un contexto de fatiga, si existe un desequilibrio entre la velocidad de activación muscular, el músculo que se active más o antes tendrá mayor demanda metabólica y se fatigará antes. En este sentido se ha observado que a medida que aumenta la velocidad de carrera, el bíceps femoral se activa antes que el semitendinoso,10 lo que crea patrones complejos de coordinación neuromuscular que pueden aumentar la posibilidad de lesión.
Por otro lado, diferentes patrones de activación muscular derivados de la fatiga parecen producir cambios biomecánicos. Por ejemplo, se ha visto que cuando se hace un sprint en condiciones de fatiga se reduce el ángulo de flexión de cadera y de rodilla al final de la fase de vuelo. Esto produce una mayor inclinación pélvica,18 alargando el bíceps femoral durante la carrera, lo que lo hace más vulnerable. Otra consecuencia de la fatiga sería la adopción de un patrón de carrera denominado “Groucho”, caracterizado por una forma de correr en la que las rodillas permanecen flexionadas a lo largo de la zancada.19 Esto provocaría, según los autores, un aumento del coste energético durante la carrera, reduciéndose así la eficiencia del movimiento y una mayor carga de las unidades contráctiles musculares tanto de los músculos isquiosulares como de las estructuras adyacentes (ej. glúteo medio), lo que aumentaría el riesgo de lesión. Por ello, esta alteración de la estructura lumbo-pélvica produciría una inclinación de la pelvis hacia delante, lo que se ha visto que también podría ser un factor de riesgo (Figura 3).18
En resumen, los cambios en los patrones de activación muscular pueden aumentar el gasto energético en aquellos músculos que más se activan, como es el caso del bíceps femoral cuando se realizan esprines a elevadas velocidades, lo que aceleraría su fatiga. Por otro lado, parece que la fatiga condiciona la biomecánica de los miembros inferiores, adoptando un patrón de carrera menos eficiente y que, junto a la inestabilidad lumbo-pélvica, podría alargar la longitud del bíceps femoral, haciéndolo más vulnerable.
Basándose en todo lo expuesto, los investigadores exponen que es necesario desarrollar modelos de investigación que puedan dilucidar el comportamiento de la estructura tendinosa y muscular en condiciones de fatiga, ya que como se ha visto, es un factor determinante en el desarrollo de patrones asincrónicos de activación muscular y de biomecánica. Por ello, destacan que es necesario definir con mayor precisión su influencia en las dos fases del ciclo de carrera para obtener una mejor comprensión de los mecanismos implicados en esta lesión.
BIHUB team
Referencias:
Un editorial publicado en la revista The Orthopaedic Journal of Sports Medicine —en el que han participado miembros de los servicios médicos del club— propone considerar la arquitectura íntima de la zona afectada, valorar a la matriz extracelular como un actor fundamental en el pronóstico de la lesión.