Con la profesionalización del fútbol femenino, la exigencia de los entrenamientos y partidos ha aumentado significativamente en los últimos años. En consecuencia, la incidencia global de lesiones es ya similar a la del fútbol masculino y la proporción de lesiones de gravedad es incluso mayor.
En los últimos años, el mundo del fútbol ha demostrado un creciente e imparable interés por reducir la brecha de género, con el objetivo de alcanzar la deseada igualdad entre mujeres y hombres.
En este sentido, las revisiones médicas realizadas durante la pretemporada constituyen una herramienta indispensable para los atletas, ya que juegan un papel fundamental en la identificación temprana de estos desórdenes y su posterior tratamiento.
La aparición de la medicina regenerativa en ámbitos como la recuperación de lesiones o el tratamiento de enfermedades o tumores supuso un auténtico cambio de paradigma en la forma de plantear las intervenciones médicas.
¿Cómo curar aquello que no se puede ver? La medicina se enfrenta a diario a enfermedades, lesiones o dolencias que, en muchos casos, no pueden observarse de manera directa.
Algunos deportistas se refieren a ella como la lesión maldita. Quien siga la actualidad deportiva entenderá muy bien esas palabras: la ruptura del tendón de Aquiles es, a día de hoy, una lesión que, en el mejor de los casos, dejará a un deportista fuera de los terrenos de juego durante un largo periodo de tiempo.
Aunque la contaminación ambiental es uno de los problemas que más preocupa a la sociedad, la investigación científica sobre cómo afecta la polución al deporte profesional no ha dado más que los primeros pasos. Existen numerosos estudios sobre cómo influye el medioambiente en los trabajadores y ciudadanos en general, pero rara vez toman como objeto de estudio a los deportistas, cuando su inhalación de aire es mucho mayor durante la actividad física. Tan solo está documentado que la exposición a emisiones causa daño oxidativo e inflamación del sistema cardiovascular a largo plazo.
Que el ejercicio es beneficioso para nuestra salud es algo que ya nadie pone en duda. Además, estos beneficios son multi-sistémicos, lo que quiere decir que afectan de forma coordinada a los numerosos sistemas de nuestro organismo (ej., cardiovascular, musculo-esquelético, etc.). Uno de estos sistemas es el sistema inmune, dividido a su vez, de forma resumida, en sistema inmune innato y sistema inmune adaptativo. Estos sistemas son los encargados de protegernos de infecciones – entre otras muchas funciones –, y su relevancia ha quedado más que patente ante la epidemia de COVID-19. Pero, ¿cómo afecta el ejercicio a nuestro sistema inmune?
La microbiota intestinal (entendida como el conjunto de bacterias que viven en el intestino) ha recibido especial atención en los últimos años debido a los numerosos estudios que han relacionado su funcionamiento con la salud. Así, la disbiosis de la microbiota (es decir, la alteración en la composición o funcionamiento de dichas bacterias), lo cual puede ocurrir por numerosos factores como por ejemplo una mala alimentación, un elevado estrés o por abuso de antibióticos, se ha relacionado con el desarrollo de numerosas patologías metabólicas e inflamatorias.